Ay, qué alegrías aquellas

1939 (?)- junio de 1949 (?)

En general, los recuerdos que uno tenga sobre cualquier etapa de su vida se debilitan por fuerza a medida que uno se aleja de ella. Uno aprende de continuo nuevas realidades, y las de antaño han de dejar paso a las nuevas. A los veinte años podría haber escrito la historia de mis años escolares con una exactitud que ahora me resultaría imposible. Pero también puede darse el caso de que los propios recuerdos se intensifiquen tras un largo periodo, porque uno contempla el pasado con la mirada limpia y, por así decirlo, porque uno contempla el pasado con la mirada limpia y, por así decirlo, repara en hechos que previamente habían existido de manera indiferenciada, entre muchísimos más. He aquí dos cosas que en cierto modo recordaba, pero que no me llamaron la atención por su extrañeza, por su interés, hasta hace relativamente poco. 

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